domingo, 27 de septiembre de 2009

9.23.09.09


Retomé mis correrías. Trote urbano por los barrios de Islington y Hackney. Los parques sembrados como flores en todo Londres y los cuervos rondando el paso de la poesía.


Tengo tres opciones, al fin. Una pieza en un departamento que compartiría solo con un indio, que es el dueño. Ubicado relativamente cerca de la casa de Carmen y Max, en un edificio refaccionado al estilo de un loft sin serlo. La segunda, una casa extremadamente grande, dos cocinas, cuatro baños, ocho room mates, un patio que es una cancha de fútbol, un living comedor de unos 100 mt2, tres pisos y mi eventual pieza con dos camas, dos escritorios, clóset, etc. Esta suerte de quinta está ubicada en las afueras de Londres, a 11 minutos en el tren rápido. Pareciera ser algo así como Buin respecto de Stgo. Y la tercera opción, una pieza bastante grande, cama doble, chimenea (sin uso) y la posibilidad de tener hasta un futón con mesa de centro. El barrio es al norte de Londres, en Archway, Islington. Al lado de un parque y con locomoción directa a la universidad. Me mostró el cuarto un arquitecto persa (iraní) que vive hace dos años en Londres y con quien siento hicimos una muy buena conexión. Esa casa tiene para cuatro room mates.

Después de mucho pensar, pedir opiniones y escuchar al cuerpo, desecho la segunda opción. Era espectacular pero no era Londres. Les escribo a las dos opciones restantes que me consideren ya que ellos reciben muchos interesados. Y a esperar, aunque no puedo parar de buscar nuevas alternativas por si las dos elegidas por mí finalmente fallaran.

Ese día en la noche había una nueva actividad. Cenamos los tres antes de salir. Carmen, que es una experta cocinera, hizo unos platillos indios, que a esta altura se están transformando en mis favoritos. Hicimos tiempo para que unos amigos chilenos de ella salieran del teatro, asistirían a una más de las quién sabe cuántas funciones llevan Los miserables en alrededor de 25 años en cartelera. Él es médico oncólogo que anda de vacaciones, y ella, su ex cuñada, una estudiante de master en Australia y que coincidió en Londres por un viaje de estudio que organizó su universidad. Nos fuimos a un boliche en un subterráneo que se especializaba en música de los 60, 70 y 80. Que buena –pensé. Perfect for me – dije.

Después de unas buenas rondas de coronas, la evolución normal de este tipo de procesos, nos llevó de la conversación sobre temas de trabajo y estudios, a la conversación sobre la vida, y al poco tiempo después a bailar unos temas de The Who, Led Zepellin y The Beatles. A cierta hora nos llegó la cordura y nos fuimos para la casa pero antes pasamos a dejar a cada uno de los invitados, pero caminando. Fue una odisea cruzar todo el centro de Londres pero también fue una oportunidad más para hablar y fortalecer la amistad, como asimismo, para empaparse de esta ciudad que se me hace cada vez más familiar.

Siento, pienso y escribo. En Londres todo funciona lo suficientemente bien para sentirse cómodo y todo no funciona lo suficiente bien para transformarse siempre en el tema de conversación.

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