domingo, 27 de septiembre de 2009

4.18.09.09


Mi amiga Carmen y mi nuevo amigo Max, su esposo, se van a Montreal Canadá por el fin de semana. Me quedo solo en su maravilloso flat. Me quedo solo en este my first weekend in London.



Nunca he sido un entusiasta de las fiestas patrias, pero reconozco que siempre es una buena ocasión para compartir con amigos o aprovechar los cada vez más preciados días feriados. Mi amiga Pauli del puerto me contó que para ella el 18 es más importante que la Navidad o el Año nuevo, ya que en esta fiesta no hay más sentido que la pura celebración en familia; para algunos –esto lo agrego yo- dos de las raíces fundamentales de nuestro pueblo. En mi caso pocas veces fue así. No me gusta mucho el chauvinismo al que suele caerse, no me gusta demasiado el folklore chileno, me aburren las fondas y me carga la parada militar. En realidad, estos últimos años habían sido el período perfecto para descansar en La Isla de Villarrica. Hoy, sin embargo, me encuentro frente al laptop, escribiendo y evocando Londres, desde el interior de una de sus casas victorianas pero con la perspectiva de Chile, que rescato de mi memoria emotiva en esta fecha especial.


Hoy, antes de sentarme a escribir estas líneas, caminaba de la estación Angel (Northern line) a casa de Carmen y Max después de ver una de las tantas piezas que ofrecen para compartir y que busco denodadamente para depositar mis huesos y su cansancio durante mi estadía en Londres. Ya reconozco los negocios locales. Me gusta pasar por uno que es más pequeño y que lo atiende una india hermosa, de esas bellezas inconscientes, y que tiene afuera hacia la vereda, unas mesas con numerosas fuentes que ofrecen frutas y verduras de la estación. Plátanos, pepinos, apios, repollos, cebollines, tomates, uvas de varios colores, pomelos rosados, papas, paltas bebés, lechugas y otra variedad de verduras que no conozco y que empiezo a aprender sus nombres en inglés. Se ve linda esa multiplicidad de colores y formas, relacionándose entre sí, en una composición perfecta, conformando una naturaleza muerta que está más viva que nunca.

Sigo pensando mientras camino y escucho a Ravel en el I Pod. Concluyo, por supuesto, así es Londres. Así me gusta. Cuanta variedad de etnias, formas de cara y color de piel; cuanta religión y credo que se expresa desde el hiyab de las musulmanas o el sari de las hindú hasta la vestimenta común y corriente de los londinenses. Entendiendo ese “común y corriente” de los ingleses, como un nunca descuidado estilo que se encargan de cultivar y diferenciar. Los hombres de oficina muy bien terneados y encorbatados y las mujeres siempre de tacones por sobre los 5 cm, mini faldas extremas (o en su defecto short pants) y cuidadosamente bien maquilladas y peinadas. Pues claro que está la vertiente más hippie, la deportiva, la de montaña y la que quieran imaginar. Realmente es entretenido tomar tribuna en un café mirando hacia la calle y ver lo variopinto de la gente inglesa, o mejor dicho del habitante de Londres.

Pero como es consustancial a mí, mi fijación son ellas, las observo y analizo, preponderan los colores pastel, los rosones u otro tipo de accesorio, sí, bastante conejita style. Todos los días, sin importar la temperatura ambiente, es una buena oportunidad para ir al club y/o al pub en tenidas mínimas que "te la encargo" para una fiesta de gala, sea de cumpleaños de quince o un matrimonio. Así y todo, no se ven mal, quizás al ser muy propio, lucen auténticas. Las asiáticas, delgadas y menudas, muy escotadas y de vestido corto, al menos las aparentemente japonesas y coreanas respecto de las chinas. La belleza impactante de la europea oriental, con esas caras blancas como el frío de sus tierras y siempre un leve matiz de tristeza en sus rostros. Las afroamericanas (por decirle de algún modo polite pero que asumo son fundamentalmente de origen africano) con su exhuberancia corporal y gestual, hablan fuerte mientras sus movimientos son gruesos y decididos, usualmente lucen con desparpajo esa maravillosa piel de ébano. Pero mis favoritas hasta ahora son las indias. Su color de piel y el pelo inconcebiblemente negro enmarcan esa cara donde no hay nada que compita con esos ojos negros, delineados, grandes, profundos y de pestañas abrazadoras. Sus rostros, algunos angulosos, siempre denotan una cuota de dulzura retenida a punto de escaparse.


Voy llegando a la casa pero antes se me cruza un zorro, corriendo atraviesa la calle, y antes de esconderse, gira la cabeza, se detiene y aparentemente se me queda mirando por un rato excesivamente largo. Sí - le digo- lo sé, yo soy uno más que engruesa la fauna londinense.


2 comentarios:

  1. ... Y con toda esa diversidad de faunas urbanas, cuentame una cosa, la gente es amable?, discriminan un poco o son relajados con los extranjeros?, cómo reciben a los latinos???

    Mucho éxito en tu aventura, seguiré y disfrutaré junto a ti el viaje.

    Un abrazo desde Linares.

    C.

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  2. como dice mi amigo poeta Vicente Huidobro " El alma del poeta en contacto con el alma de las cosas"
    lindo escrito ya me vi ahi....
    cuidece

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