martes, 29 de septiembre de 2009

13.27.09.09


Sentado al computador, levanto la vista y miro a través de la ventana, hay un árbol frondoso, de pronto una de sus ramas se revuelve, es el viento sobre las hojas… no, es una ave parecida a una tórtola, inmediatamente llega otra, y otra, y muchas más. Este árbol es una esquina. Una esquina para el encuentro.


TENGO PIEZA! Me decidí por la tercera opción, es la que más me gustaba, especialmente porque siempre sentí que ese sería mi hogar. Y como diría Maurito, el universo así lo quiso, el indio de la primera opción no me eligió y el persa de ésta, sí lo hizo. Estoy muy contento porque el barrio me parece interesante, me gusta la onda de la casa y porque ya puedo por fin establecerme. Me llama la atención lo tranquilo que me he quedado después del llamado de Vinay, mi nuevo room mate. Les conté a Carmen y Max y estaban muy contentos por mí. Este fin de semana lo pasaremos juntos –dijeron- por lo que empezamos a hacer planes desde el jueves.


Sin embargo, toda esta semana ha sucedido algo inesperado. Mucha gente me ha contactado con amigos o amigas que viven aquí o que se vienen con la misma beca que yo. De este modo, me he juntado a cafecitos, juguitos, chelitas con varios chilenos que andan en pasos similares a los míos. En realidad, hasta ahora han sido sólo mujeres, lo que no deja de agregarle interés a la situación.


Por ejemplo, el domingo pasado conocí a Trini, una actriz que se está preparando para entrar a la prestigiosa escuela de drama de Londres, necesita hablar muy bien inglés por lo que mientras trabaja en Top Shop (muy cool) estudia para ello. Nos comimos sólo unos starter (los recursos son escasos) pero bien deliciosos, en una mesa en la calle pero escuchando una banda de jazz bastante buena. Se usa que los domingos en la tarde haya música en vivo en la mayoría de los lounge y pub.


El jueves recibí una llamada urgente de otra becaria, Bárbara, una arquitecto muy intensa que andaba buscando pieza desesperadamente al igual que yo. La acompañé en una caminata muy agradable por un barrio que me encanta llamado Highbury, muy cerca del estadio del Arsenal FC y relativamente cerca de la casa de mis amigos y de la ahora mía también. A la vuelta me vine solo, caminando relajado, hacía hora para visitar una pieza que estaba previamente agendada, y pasé a un Café a comer algo ya que había almorzado algo muy liviano. Me encantó la onda del lugar, similar a una cafecito regalón en mi barrio de Stgo., ahí en Huérfanos casi esquina Brasil. Y lo mejor de todo es que había wire less gratis y servían una tentadora sopita de zapallo. Le pido la password a la chica que atendía y le llama la atención que mi laptop estuviera en castellano. Comenzamos a conversar rápidamente de una manera muy cordial, se le sumó su hermana que también trabajaba ahí y había además un amigo de ambas que estaba en la cocina. Cuando le cuento que estudiaría en UCL ella me dice –qué coincidencia, mi amigo también. Y lo llama a viva voz. Éste sale raudo y apenas me ve me empieza a hablar en una lengua extraña y de un modo extremadamente familiar. Antes siquiera de poner cara de desconcierto, las dos chicas estallaron en risotadas. Confirmado. Tengo una inconfundible cara de turco. En realidad eran curdos y cuando salió ese tema, sus caras cambiaron dramáticamente.


Y este viernes me junté con Paula, una socióloga que hace su doctorado en criminología, amiga de unos ex jefes. Ella me ofreció mostrarme un jazz club al sur de Londres, en un barrio no muy bueno y bastante apartado. De hecho tardé más de una hora en regresar a mi casa. El lugar es total. Se llama The Crypt, y es una cripta de iglesia, o sea el subterráneo, adaptado para conciertos y espectáculos con absoluta autorización de la dirección de la Iglesia. Fue muy gracioso entrar y que el probablemente sacristán te saludara en la puerta. Ahí escuchamos a un saxofonista italiano con una banda que hubiera asegurado cultivaban la fusión sino fuera por una interpretación sublime del “Love theme” de Ennio Morricone. También comimos y tomamos vino chileno a precios definitivamente sacados de otra ciudad. Es el lugar preciso donde me gustaría llevar a mi amigo Octavio cuando venga de visita desde Belfast.


Ayer sábado fue muy especial. Diría que ha sido el mejor día hasta ahora. Estaba muy veraniego. En realidad no ha hecho mucho frío y ya se me acabaron las poleras limpias. Con Max y Carmen tomamos desayuno relajados, más o menos lo de siempre, cereal, leche de soya, jugo de naranja, un rico té earl grey o english breakfast más unas tostadas. La idea era caminar. Fuimos al London Fields, un parque muy hippie, atestado de grupos de jóvenes tomando sol, haciendo pic-nic o durmiendo, muy cerca entre ellos pero respetuosamente separados cada uno en lo suyo. Saliendo de ese parque está el Broadway Market, una típica y encantadora feria donde venden frutas y verduras, comida para servir, ropa de segunda mano y otros cachureos. Hay sillas de playa para tenderse, numerosos restaurantes y el infaltable cantante callejero. En este caso había una versión moderna de Bob Dilan, bien interesante, tenía una similitud con Damian Rice. Comimos algo y caminamos de vuelta por el Regent Canal entre familias que paseaban en bicicleta.


Había que prepararse ya que Giuseppe, el mismo italiano que conocí hace tras años junto a Carmen, había propuesto ir al teatro. Menuda prueba para mí pero no arrugué. Vimos “Madre Coraje y sus niños” de Bertolt Brecht. Maravillosa y cruda puesta en escena de una de las joyitas del dramaturgo alemán. Increíble actuación, impresionante producción con aproximadamente 30 actores en escena, músicos en vivo (un muy destacable y desconocido para mí Duke Special) y un montaje millonario que más parecía una ópera que una obra propiamente tal. Estábamos con los chicos en la última fila de unas – por lo bajo – mil butacas todas ocupadas. Las tres horas me dejaron agotado. Una innecesaria razón para ir por unas pint (pinta, aprox. medio litro). Se armó un grupo con Giuseppe y su hermosa novia Afia, alemana y de familia nacida en Ghana, que también venían del National Theatre. En el pub nos esperaba otro italiano, también siciliano y también llamado Giuseppe más su novia Katia. Recorrimos tres pub, donde nos reencontramos, nos reconocimos y pasamos un momento muy agradable. Sentí todo el tiempo que ellos podrían ser perfectamente mis nuevos amigos en estas tierras.


El domingo fue de despertar tranquilo. Carmen buscó un sitio ideal donde yo pudiera hacer efectiva mi invitación a otra tradición dominical, el Sunday Roast, que no es otra cosa que ir a un almuerzo largo, al aire libre en esta época y comer carne horneada. Fuimos al Talbot, un pub del barrio, caminando, y Carmen tomó fotos durante el trayecto. Los chicos se inclinaron por la carne, yo me deleité con un risotto de champiñones. Ahí brindamos con vino californiano y les agradecí profundamente la tamaña muestra de amistad que habían tenido conmigo durante estos días de arribo.


Ahora escribo estas líneas, ya termino por hoy, me preparo para salir a trotar bajo la luz más hermosa pero más corta del día, la del atardecer. Ahí siguen esas aves, probablemente no estén cuando llegue. No importa, llegarán otras.



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