miércoles, 7 de octubre de 2009

22.06.10.09


El ego que va en busca de su desapego, se encuentra cara a cara, frente al espejo, mueve su boca y hace gestos, pero no entiende, escucha pero esos sonidos no significan nada. De pronto se le frunce el rostro. El idiota balbucea pero ni siquiera eso es inteligible.



Fue una semana de recuperación de la gripe y de cambio de casa. El jueves ya pasé la noche en 4 Fortnam Road, a cuadras de Archwell por Holloway Road, Islington. Había pasado a comprar a Next Home, una tienda especializada en muebles y decoración de hogar pero con el estilo y el diseño local. Es decir, mucho dorado y volumen, floreado bien exagerado y telas peludas. Ahí compré un plumón, un cojín, dos almohadas y una sábana. Sí, textual, fue increíble que sólo vendieran la de abajo. Me acordé de Hahn y su “sábana de arriba”, a mí me hacía falta pero estaba solo y mi pieza aún es como un desierto. Ese día también compré algunos textos en Waterstone’s, así que finalmente decidí pedir un radiotaxi para cargar todo, incluido todo mi equipaje. Me llevó un chipriota con ya casi 30 años de estada por acá, muy simpático y singular, y con un –diría- orgulloso pero difícil-de-seguir acento árabe.

En la noche nos fuimos a cenar con Carmen a modo de despedida. Comimos en un restaurant vietnamita, delicioso y muy barato, ubicado en Shoreditch, un barrio que se ha convertido en un ícono de la bohemia y juerga alternativa. De ahí nos fuimos a un bar para juntarnos con Max que venía de una cena de negocios. El bar era el Kick, tradicional, con taca-tacas, televisores y muy amplio para albergar las hordas de fanáticos que ahí se reúnen para apreciar una de las máximas invenciones de este pueblo: el fútbol. Carmen tomó su clásico jugo de tomates; Max, haciendo gala de parisino y buen bebedor, su concentrado de licor de anís con la correspondiente jarra de agua; y yo, esta vez, sólo una diet coke con bastante hielo y una rodaja de limón.
El viernes fueron los drinks de bienvenida en UCL. En mi departamento, ciencia política, estuvo regada la cosa. Con mucha participación de estudiantes, profesores y administrativos. Para mi sorpresa, y en medio de un hacinamiento propio de los lugares donde se expende alcohol gratis, se sube a una mesa un flaco desgarbado, en sus 40, que si hubiera tenido pelo largo y no dejara entrever deliberadamente sus calzoncillos Calvin Klein, habría asegurado que era una versión posmoderna de Nito Mestre, y lanza un speech hacia el público tan generoso en buenas maneras como gotas de saliva. Ahí se fue armando un grupito de compañeros que decantó en la última bienvenida del día, la del Centro de Alumnos (la directiva tiene año sabático), donde continuamos con el licor de elección para estas ocasiones, vino blanco, pero en vaso. Se dio lugar una muy entretenida y divertida conversación de temas varios pero sin faltar nunca el ya recurrente tema de las costumbres y formas del lenguaje de cada uno de quienes convivimos en esta Torre de Babel.

Y llegó el sábado. Como ando acelerado no fue este día la excepción para estar despierto antes de las 8. Pero estaba bien ya que ese día era el ya tradicional “empanadazo” que Carmen organiza año a año para sus amigos no-chilenos. Una suerte de 18 chico en Londres y en el flat de Max y Carmen. Así que manos a la obra, entre los tres preparamos ensalada a la chilena, un suculento y enchilado pebre, su buen pisco souer y las susodichas empanadas. Los invitados comenzaron a llegar a las 2 de la tarde. Yo, obviamente, era el barman, aunque también ayudé a amasar. Nos pidieron música chilena para bailar, así que procedimos a las cumbias, rancheras y merengues que aparecían en las selecciones de música chilena de los buscadores de Internet. En esa dinámica de conversar, reír, comer y bailar cayó la noche como cierre de telón de una jornada memorable.

El domingo fui de compras al Sainsbury, desde ahora mi súper. El objetivo era aperarse de los insumos para los desayunos de la semana: cereal, té verde, jugo de naranja, leche descremada, pan negro de molde, paltas, plátanos y manzanas verdes. Decidí salir a caminar e ir al café de estos turcos curdos que conocí cerca de Highbury Park. Era un lugar perfecto para trabajar en el computador, conectado a Internet, ya que en mi casa está cortado por no pago de los anteriores arrendatarios, y disfrutar de una soleada-pero-no-tanto tarde dominguera. Ahí estuve, toda la tarde, registrando ramos, acreditándome en cuanta cosa, leyendo papers y hasta solicité mi Oyster de estudiante (la tarjeta BIP). El dato freak es que conocí a unos chilenos de la alta alcurnia y el dato top, es que cuando ya cerraban y era el último en quedar, no me dejaron pagar el escaso jugo que había consumido (de manzana, zanahoria y jengibre) y además me regalaron un panecillo dulce. Bueno, además de la generosidad de esa maravillosa gente, he empezado a disfrutar del estatus de estudiante y todo lo que eso produce en mis interlocutores.

En la noche, Vinay había organizado unos drinks de bienvenida de la casa. Fuimos los 4 roommates a un pub del barrio. Él es el antiguo del grupo, por lo que ello constituye grado aunque él intente permanentemente evadir dicha autoridad. Es el serio y es muy notorio cuando quiere hacer una broma. Hijo de padres nacidos en Kenia y avecindados en India mucho tiempo, él nació en Londres. Es más bajo que yo, usa la cabeza al cero para esconder su calvicie prematura, tiene unos anteojos similares a los míos, nariz persa, barba incipiente y de piel muy café. Vini, como le gusta que le digan, vive en la pieza inmediatamente al lado de la mía, ambos compartimos el primer piso (segundo para Chile). Arriba, en el segundo piso, en la pieza más chica, vive John, el tímido. Nacido en Reading, a unos 80 km de Londres, diseñador gráfico trabaja en la empresa del hermano, se mueve sólo en bicicleta, es muy rubio, alto, de párpados en expresión de tristeza, pero que lejos de parecerlo, denotan bondad y risa fácil. Por último, su vecino, el de arriba mío, en una pieza con baño en suite, es Anthony, el nervioso. También inglés, estudió algo así como auditoría y finanzas en Cambridge. Si bien por su aspecto físico no lo parece, es el más típico inglés. Más alto que yo pero menos que John, es de piel blanca pero de pelo casi negro. Viste muy elegante y cada vez que termina una frase lanza un par de carcajadas. Al principio pensaba que no entendía sus bromas, después me percaté que es una muletilla compensatoria. No ha sido fácil comunicarme con ellos. Entre su acento british en extremo -pero no el de la BBC, el londinense- y la velocidad de la conversación suelo perderme. Al final del día me lo recuerda un leve dolor de cabeza producto del esfuerzo y la concentración que requiere mantenerse adentro. También me lo recuerda esta permanente prueba a la humildad de estar todo el tiempo en una condición disminuida ante el resto. Nunca pensé que sería así sufrir esta suerte de analfabetismo comunicacional.

Ayer lunes a clases. Estoy a media hora de puerta a puerta vía Tube. Y no son más de 10 minutos el trayecto en metro propiamente tal. Esta universidad es increíble. Tengo acceso a todos los edificios de esta tremenda cuadra por medio de mi ID card, tengo wireless en todo este diámetro, todos mis apuntes están en Internet y los que no en una preciosa y extraordinaria biblioteca, desde donde ahora escribo. Ética Pública, unos de mis electivos, fue el primer ramo con que debuté. Me gasté la clase tratando de seguir al profe desgarbado, ese del discurso y los calzoncillos, y cuando lo lograba, me perdía con las numerosas intervenciones de mis compañeros. Quise pero no me atreví a intervenir. Eso me quedó dando vueltas. Se lo comenté a Carmen en la tarde cuando fuimos por una sopa del día. Su oficina de la U queda a metros de mis salas de clases. Sin embargo hoy, después de la clase de Relaciones Internacionales, hubo un seminario, con la mitad de los estudiantes. Había leído muy bien una de las lecturas recomendadas. En total su estudio me había tomado alrededor de 5 horas muy concentrado. Tuve que optar por una ya que no alcanzo a leer todo si en comparación me demanda más tiempo que a los otros. El seminario consistía en comentar las lecturas, y el profesor, como de mi edad, sólo hacía preguntas y guiaba la conversación. La sala tenía forma de U y yo me encontraba en la parte de abajo al frente del profesor hacia su derecha. Aunque me perdía permanentemente sabía bien de que estábamos hablando y no me aguanté y me tiré a la piscina. Y como si fuera poco opiné dos veces con algunos retrucos del profesor. No sé si habré dicho lo más inteligente o lo más apropiado, pero me sentí bien exponiendo mis ideas, buena o malas (no sé) pero mías como canta Lerner.

Antes de venirme a la biblioteca me topé con un cóctel en el hall de entrada, así que nuevamente me aproveché de mi condición y me comí una buena porción de aceitunas, almendras peladas (así se usa al parecer) y un vaso de agua. Desistí del vino, algo de pudor aún me queda.

Son las 10:23. Me sonríe un funcionario de la biblioteca que anda inspeccionando cuántos aún quedamos. Afuera, a través de una ventana con forma de arco se trasluce sutilmente la fina lluvia que no ha cesado de caer desde ayer. El domingo hizo mucho calor, ayer y hoy no tanto, sin embargo llueve. Es otro aspecto más que comienzo a entender de a poco, como a mis compañeros, como a cada uno de estos seres humanos que la vida me ha puesto al frente. Mientras tanto escucho “Plegaria para el alma de Layla” de Pedro Aznar y el invierno asoma su cara avisando que ha llegado para quedarse.

5 comentarios:

  1. Muy buena, congratulation! go on my son

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  2. al leert es imposible no sentirse ahi...
    la parte final de tu post me recordó una frase que "escuche" por ahi... " Todo estuvo bien, hasta que llego el invierno" :S
    cuidate
    un besototote!
    y un abrazo térmico!

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  3. Insisto, te queda la prosa. Me encanta leerte.

    Besos y colores para tu invierno.

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  4. Querido Juan Pablo:

    Que hermosos relatos. Me los leí todos. Me hicieron vivir todas y cada una de tus experiencias que cuentas en tan hermoso país. Me dieron ganas de viajar, de regresar a las aulas y de vivir nuevamente el privilegio de ser estudiante.
    Me alegro mucho que todo esté marchando fenomenalmente, con amigos que son verdaderos angelitos, como tú lo fuiste conmigo.
    Voy a seguir tus pasos por Londres. Es un regalo leer tus relatos.
    Te deseo éxito en tus estudios y mucha felicidad en tu vida en Londres.
    Besos
    Carmen Fiallo

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  5. jijiji...!!! acabo de mandarme un "Belairazo"... no había atinado a leerte por estos lares y aproveché un tiempito de descanso entre cuidar y regaloniar a mi hermanita y a mi maravillosa nueva sobrina, y te leí completito... kedé al día para intentar seguirte de akí en adelante... Y sí, opino igualito... "te queda la prosa", y lejos de darme gaans de viajar, me dan a ganas de comenzar a escribir... jeje.. Ya lo estoy haciendo en papel... será que debo publicar? je!

    tekeromuchobestiadelasletras...!!!

    AndreaInésdelaTomadelPuerto...

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